La situación del oso en el zoo mendocino había generado reclamos en 2014 para que fuera trasladado a una reserva de Canadá, más acorde a las necesidades del animal. Era el último en su especie que vivía en cautiverio en Argentina.
El oso polar Arturo, del zoológico de Mendoza, que desde hacía varios días ya había entrado en un proceso de descompensación y de marcado deterioro irreversible, murió hoy a causa de un cuadro clínico terminal debido a su avanzada edad, pues estaba a punto de cumplir 31 años, informó la Secretaría de Ambiente del Gobierno de Mendoza.
Desde el pasado viernes, el equipo de veterinarios y los funcionarios de Ambiente se apostaron junto al animal para acompañarlo y que su deceso fuera tranquilo, se informó.
Desde el viernes, los funcionarios de la Secretaría de Ambiente y Ordenamiento territorial, al mando de Humberto Mingorance, junto a parte del equipo de veterinarios del paseo y la Unidad Fiscal de Medio Ambiente de Nación (UFIMA) acompañaron al oso, contemplando la posibilidad de dormirlo para evitarle sufrimiento ya agotadas todas las instancias de tratamientos, pero la naturaleza siguió su curso y esta tarde falleció.
Se trata del último oso polar en cautiverio en la Argentina, que murió este domingo a causa de un decaimiento generalizado que ya arrastraba desde las últimas semanas, informaron las autoridades de la Secretaría de Ambiente y Ordenamiento Territorial de Mendoza.
Luego de sobrellevar varios días de decaimiento y falta de apetito, el oso Arturo se fue “apagando” paulatinamente y al final hoy se produjo su deceso en su jaula, dijeron las autoridades del zoo mendocino.
Hace unos meses un equipo de veterinarios de la Fundación Temaikén llegó a Mendoza para asistir al oso polar Arturo luego de los signos de decaimiento y falta de apetito manifestados en los últimos meses, por lo que decidieron sedarlo para practicarle estudios complementarios que posibiliten un diagnóstico.
Al oso mientras estuvo dormido y le practicaron ecografías, radiografías, endoscopias de la cavidad oronasal, le sacaron muestras y le hicieron hisopados de los ojos y de los oídos.
“Hubo que hacer una guardia nocturna para monitorearlo de cerca y evaluar su recuperación porque estaba muy deprimido, las anestesias siempre tienen riesgo y más en animales de esta edad”, señaló en aquel momento el veterinario de la Fundación Teimaken, Eduardo Francisco.
Arturo cumplió 30 años y supera ampliamente el promedio de 21 que viven los osos polares en cautiverio, por lo que muchos de los males que padeció fueron también por la avanzada edad del animal.
El oso adquirió relevancia internacional luego de una campaña que se realizó años atrás y se viralizó por las redes sociales, juntó a más de 420.000 firmas, para trasladarlo a Canadá, un hábitat más adecuado que Mendoza, que suele alcanzar temperaturas de 40 grados durante el verano.
Sin embargo una junta médica de veterinarios de distintos países determinó que trasladarlo ponía en riesgo su vida, y por su parte un experto internacional en osos polares, Donald Moore, evaluó en su momento que el animal se encontraba “bien en lo físico y en cuanto a su salud mental” y que el hábitat en que vivía era “positivo”.
La petición, iniciada en 2014 por Gabriel Flores, un mendocino integrante de la organización Ecológicos Unidos, también incluyó una propuesta para que el zoológico de Mendoza se convierta en un ecoparque, sin jaulas ni animales exóticos, sólo con ejemplares autóctonos en rehabilitación o rescatados del mascotismo.
Desde que comenzó la campaña, Flores consiguió algunas mejoras: por una denuncia ante la Unidad Fiscal para la Investigación de Delitos Contra el Medio Ambiente (Ufima) el zoológico agrandó la pileta y puso aire acondicionado en la jaula.
En 2012, por las altas temperaturas de aquel verano, el oso estuvo en un dormitorio de unos veinte metros cuadrados con aire acondicionado colocado a ocho grados centígrados junto a un playón con pileta en el zoo, por temor a que muriera como sucedió con Winner, el ejemplar del zoológico de Buenos Aires, que tenía 16 años.
El oso “Arturo” nació en 1985 en el zoológico de Colorado, Estados Unidos, y es la quinta generación de ejemplares de esa especie nacida en cautiverio.
Arturo vivió en el parque mendocino desde hace 22 años, ya que fue trasladado desde Buenos Aires en 1993, y estuvo acompañado por la osa Pelusa hasta su muerte, en 2012.
El oso polar es el mayor mamífero carnívoro y vive en el medio polar y zonas heladas del hemisferio norte, aunque a causa del cambio climático y el deshielo de la región disminuyó la posibilidad de conseguir su alimento y es considerado internacionalmente como una especie en peligro de extinción.
La muerte del oso también se da dentro de un conflicto por las muertes de ejemplares en el zoológico mendocino, más de cincuenta ejemplares, que tiene -además- como telón de fondo un proyecto de ley en la Comisión de Ambiente de la Legislatura Provincial que busca convertir al paseo en un ecoparque, como ya sucedió el 29 de junio con el zoológico porteño.